Sebastián,
Brujita:
Te escribo sabiendo muy bien que no
nos conocemos. Y que, probablemente, eso nunca suceda. Pero vos, como pocos
otros en la enorme historia de nuestro club, te instalaste entre nuestros
afectos, fuiste motivo de lucha, de convicciones. Un ejemplo. Pero si éso fue
posible no fue sólo por tu enorme talento deportivo, ése que difícilmente
alguna vez pueda ser igualado. Si tu figura se hizo nuestro orgullo fue porque
representaste los valores heredados por todo aquel que sienta un profundo amor
por Estudiantes de La Plata. Valores que van más allá de los títulos. Son los
valores que absorbiste siendo un pibe en el Country, allí donde tu viejo, el
Zorro, el Doctor y todo ese enorme grupo (respaldados claro por la figura
enorme de Mariano Mangano) se prepararon para ser leyenda a fuerza de humildad,
trabajo y un enorme sacrificio. Los valores que, sin ser parte de esa gloria,
yo heredé de mi viejo.
Los mismos valores históricos
que te llevaron a que, ya consagrado y sin estridencias, te preocuparas por el
bienestar de los chicos que pateaban en La Plata o City Bell sin siquiera
imaginar que algún día te tendrían a su lado. Esos valores que te hicieron
pegar la vuelta cuando en Europa tenías las puertas abiertas para nuevas
consagraciones. Valores que te hicieron ejemplo de lo imprevisto, la
demostración de que en un medio mercantilizado al extremo, en medio del pan y
circo neoliberalista, el amor podía más que la guita.
Ya ese gesto hubiera alcanzado. Pero
fuiste por más, aparecieron nuevos protagonistas y juntos pudieron poner en
sintonía el talento con el hambre de gloria. Así, con el sacrificio como
bandera, con la humildad como condición, llegó la epopeya de esa vuelta en el
2006. Una epopeya en la que sólo nosotros, de sangre pincharrata, podríamos
haber creído. Y creímos, y le agradecieron (le agradecimos) al eterno Ruso
Prátola, siempre presente, ejemplo que ratificó que los éxitos de nuestra
historia siempre tienen su anclaje en el pasado. En los que ya no están pero lo
dieron todo. Porque la familia crece a futuro, pero jamás sin un pasado en el
cual espejarse.
Si cada vida es un mundo, cada uno de
los que defendemos estas convicciones hemos hecho de Estudiantes una patria.
Por ese país sin fronteras hasta podríamos poner en riesgo nuestros laburos,
matrimonios, amistades. Y allí estaban los valores, la esencia pincharrata,
haciéndonos fuertes en el dolor o maximizando la alegría. Porque los triunfos
no son sólo deportivos, son la viva muestra de que nuestra tradición, cuando es
respetada, lleva al éxito.
Humildad, honestidad, trabajo. Es
justo decirlo: el fútbol, aquí y donde sea, genera un magnetismo inexplicable,
una especie de religiosidad que cambia de colores según el hincha. Pero que, en
Estudiantes de La Plata, tiene sus mandamientos: honestidad, trabajo, humildad,
sacrificio.
Sin embargo, no quiero teologizar, ni caer en
un error común: no hay dioses en nuestra historia. Estudiantes se hizo grande
por sus hombres y mujeres, ésos que entendieron que los mandatos se transmiten
con el ejemplo, y no sólo con la palabra. Durante muchos años, Sebastián, vos
también lo demostraste.
Sin embargo, hay algo que empezó a
romperse. Algo que va más allá de las desdichas futbolísticas del último año y
medio. Y maldigo acá a los códigos del fútbol, ésos que nos excluyen como si
fuéramos los pibes que no pueden escuchar la discusión de los viejos. ¿Tan
burdo suena el ejemplo si nos seguimos creyendo una familia? ¿Cuánto se rompió
antes, durante y desde la salida de Alejandro, que más allá de su enorme
capacidad como técnico (y aquí los títulos sí sirven para ratificar esa
condición) supo transmitir como pocos esos valores que nos distinguen? ¿Desde
cuándo el silencio se hizo norma?
Lo no dicho, Bruja, desestabiliza más
que una palabra sincera. Las suposiciones perturban más que una confesión. A la
distancia (en mi caso, desde Rosario, pero los nombres, pueblos y ciudades se
multiplican por miles) nuestra construcción de la realidad del Club sólo es
posible por los hechos y las palabras.
En este último tiempo, los hechos dan
una imagen pálida de aquello que alguna vez quisimos ser. Cuando todo indicaba
que Estudiantes saldría definitivamente de su ciclotimia histórica, pasamos de
ser un club en orden a uno endeudado, de una institución con horizontes claros
a una a la deriva de los intereses ajenos (políticos y empresariales,
fundamentalmente). ¿Cuándo perdimos el rumbo?
Sebastián, como jugador ya nos
regalaste nuestros mejores años. Si llegó tu tiempo de conducción dirigencial,
espero que puedas demostrar tu condición de gran capitán. Sabiendo, claro, que
hay mucho más en juego que la gloria futbolística: en tus manos estará el
futuro mismo de un club que se erigió sobre esos valores que hoy parecen
brillar por su ausencia, encubiertos por silencios cómplices, por frases de
oportunistas de ocasión, por el desconcierto, los amiguismos. Por los egos.
Serán muchos, miles, los que te
seguirán creyendo un dios. Prefiero, como tantos otros, saberte humano, poder
entender que todo lo que lograste fue producto de haberte consustanciado con
eso valores que absorbiste siendo un pibe, y que transmitiste con el ejemplo.
No hay condición divina en tus actos, sino una actitud coherente con nuestros
valores, ésos que dignificaste como pocos.
El viernes a la noche, en el que
quizás haya sido uno de los últimos capítulos de tu inagotable magia,
declaraste que no sabías dónde te iba a encontrar el futuro. Hoy, probablemente
como nunca antes, Estudiantes necesita de tu entereza y convicción. Porque tu
retiro (¡cuánto cuesta, cuánto duele imaginarte fuera de las canchas!) será sin
duda uno de los momentos más duros en nuestra historia y la realidad indica que
la necesaria transición nos toca en un momento institucional endeble (ni los
hechos, y mucho menos las palabras, permiten pensar siquiera en un correcto
accionar de nuestros actuales dirigentes, donde entra también la figura
desconcertante de Daniel Romeo).
En las últimas semanas se dijo que
pasarías a formar parte de la cúpula dirigencial de Estudiantes. De esa manera,
asumirías de hecho la conducción de un club que desde hace tiempo está en tus
manos (los hechos y palabras, que percibo a la distancia, son mi único
fundamento para asegurarlo). El viernes a la noche pusiste en duda esa
posibilidad. Lo cierto es que en tu carrera como jugador, acallaste las críticas
con talento, trabajo y sacrificio. También es cierto que el rol que ocupes a
futuro, cualquiera sea, despertará nuevos cuestionamientos: ojalá puedas
discernir cuáles están cargados de egoísta intencionalidad y cuáles se
encuadran en un mismo deseo, el de seguir haciendo grande a Estudiantes. No te
cierres a la mirada de aquellos que con honestidad y franqueza también quieren
lo mejor para el Club, aún cuando para expresar sus ideas eligen un camino que
nada tiene que ver con la obsecuencia.
Si errar es humano, también lo es
poder reconciliarse con las propias contradicciones. Mucho más, reconocer los
propios errores, dejar de lado el orgullo y poner el bien común (ni más ni
menos que Estudiantes de La Plata) por sobre los intereses personales. Con
hechos has demostrado que entendés de qué se trata. Pero ahora, como quizás
nunca antes, es imperioso que veas que en la familia hay invitados que hacen
daño. Y que los de afuera, si no entienden de qué se tratan nuestros valores,
son de palo. Aunque sean tus amigos.
Hay un momento para abrir las puertas
de la casa, pero éste es el de cerrarlas a los que poco saben de nuestra
historia. Es momento de recuperar las fuerzas, de reunificar a la familia en
vez de dividirla. De escuchar las voces experimentadas y que a sus hechos los
guiaron con nuestros valores históricos, más allá de sus colores políticos.
Llegó la hora de terminar con la impunidad que en apenas un par de años nos
transformó en un club endeudado y desorientado cuando después de mucho esfuerzo
logramos ser una institución modelo. Si en tus manos está el destino del club,
tendrás que tomar decisiones dolorosas: no siempre las amistades pueden estar
en sintonía con lo que Estudiantes necesita para retomar la línea.
A Estudiantes (y todas sus partes:
dirigentes, jugadores, socios, hinchas y el cuerpo técnico que sea designado)
le llegó el momento de repensar en todo lo que nos hizo únicos. Humildad,
honestidad, trabajo, sacrificio. Mística. Sebastián, vos sabés de qué se trata.
Sólo demostranos, con hechos y palabras claras, que aún fuera de las canchas
seguirás honrando nuestros valores.
Con admiración y respecto, te mando un abrazo
grande, desde Rosario, Edgardo.
PD de PE: Bruja esto es verdadero amor, no siempre que te digan sí es bueno.