Análisis por Marble Arch
Canchita por Maraja
Un plantel golpeado frente a uno de los más cotizados de Sudamérica que se da el lujo, incluso, de guardar a Scocco en el banco. Una derrota previsible, pero si se quiere digna por tan tremendos desniveles de jerarquía. Y un 2-0 para River acaso exiguo en relación a la cantidad de situaciones desperdiciadas por el local, cuyos hombres pecaron de cancheros para tratar de definir picándola en tres o cuatro oportunidades, o encontraron buenas respuestas de Andújar.
En la vereda opuesta, un Estudiantes sin lámpara creativa, ni destellos generadores de juego, apostando a la movilidad de Melano, a sus corridas para los embates de Pavone, o a alguna pelota quieta para el testazo salvador. Pero el Pincha ya estaba en desventaja desde temprano tras un corner donde Sánchez pierde la marca de Pinola para su frentazo goleador al primer palo, donde Mariano no había puesto extrañamente a nadie, y en esa primera media hora, los de Gallardo eran dueños absolutos del balón gracias a la inteligencia de ese jugadorazo llamado Juan Quintero, la viveza de Pity Martínez, las pinceladas de Enzo Pérez, el peso específico de Pratto, la tranquilidad de Ponzio y las incisivas trepadas de Saracchi por su lateral.
Reaccionó el León a los remezones, siempre con la velocidad de Melano como punta de lanza, y luego de un tiro de esquina, en una segunda jugada, Armani se estiró para desviar un zurdazo de Lattanzio destinado a la red. En la acción subsiguiente, Schunke cabeceó por encima del travesaño, después Lattanzio no alcanzó por centímetros una hermosa cesión de Pavone, y al cabo se fueron al descanso con olorcito a paridad, un aroma impensado por aquel arranque gallina que pintaba por cierto para la goleada.
En el complemento, el pincharrata trató de maniatar a su rival, peligrosísimo no obstante en cada ataque comandado por el colombiano Quintero y Pity Martínez. Levantó un poco Matías Giménez, sólo un poco, creció Schunke en la zaga para cubrir las reiteradas falencias de Campi, y aunque el Tití volvió a faltar sin aviso, los dos de arriba, a los ponchazos, lograban al menos inquietar.
Sin embargo, claramente, era una confrontación polera entre un equipo de 40 puntos de handicap y otro de 32. Así, a la Banda le costaba cuatro o cinco toques llegar al área, y a la visita el doble para no progresar en el terreno o regalar la pelota con yerros imperdonables. El enésimo mal centro de Dubarbier agarró al albirrojo mal parado, el oso Pratto desbordó por la derecha, levantó el balero, se la sirvió al ingresado Scocco, éste con un movimiento de cuerpo ridiculizó a Sánchez y su derechazo alto, inapelable, resultó una trompada de nocaut.
Ya estaban en la cancha Zuqui, Talpone y Apaolaza; el ex Boca no desentonó, los pibes pasaron desapercibidos, y River Plate se terminó floreando de la manera que era dable presumir en virtud de las categóricas diferencias de calidad.
El pozo es profundo en City Bell, sus raíces se extienden hasta la sede y allí radica la máxima responsabilidad. No salen jugadores distintos de inferiores, repetidamente se ha comprado muy mal, la pendiente anímica se nutre en el espinel de resultados negativos, y "volver a 1" ha pasado a convertirse en una suerte de ironía del destino ante semejante pobreza franciscana que contrasta con rasgos faraónicos del egocentrismo presidencial.
Salutti
Andújar 6
Sánchez: 4
Schunke: 5
Campi: 2
Dubarbier: 4
Giménez: 5
Cascini: 4
Tití: 2
Lattanzio: 4
Melano: 7
Pavone: 5
Zuqui: 5
Apaolaza: 3
Talpone: 3