Si algo faltaba en esta historia de pasión familiar y personal, muy ligada a mi identidad, era ganar una final sin sufrir. Y no solo no se sufrió, sino que se jugó una final de excepción, con brillo total y sin fallas. Todos los alicientes son ciertos: Vélez estaba muy cansado, en el primer gol la pelota rebota en la espalda del arquero, bla bla bla. Pero este triunfo fue aplastante, inobjetable y plenamente justificado. Tiago Palacios estuvo intratable, Enzo Pérez muy claro e inteligente, Ascacíbar incansable, Lollo muy sólido, hasta Mansilla tuvo un par de muy buenas atajadas. El entrenador acertó plenamente en el planteo táctico; Tobio, Palacios y Manyoma se juntaron muy bien, se llevaron las marcas y permitieron que Ascacíbar suba con mucho criterio. Además, abrió bien la cancha con Benedetti y Meza (cada vez mejor), y qué mejor muestra que el tercer gol: centro de Meza y cabezazo inapelable de Guido Carrillo, que siempre demuestra ser un jugador de partidos importantes. En lo personal, en la previa tenía una fe bárbara; también me aportaba tranquilidad el hecho de ser una de estas supercopas entre campeones, de dudosa legitimidad, y que si se pierde no hay mucho castigo. Sin embargo, ver el partido en familia, honrar la memoria de mis abuelos, quienes impartieron la pasión por este club, le dan ese sabor único, especial. Como siempre digo, para mí Estudiantes es sinónimo de familia, de MI familia; y cada final, cada partido importante, esa sensación de abrazo familiar siempre está. Previo al partido, mi tío subió una historia a su instagram: él, su mujer y su hija en Santiago del Estero, con el mensaje: "otra final, pa!". Y esas tres simples palabras me dijeron mucho. No solo es otra final más, la novena que le veo jugar al equipo, sino otra final más con la familia como protagonista. Y este período histórico es, además, tomar la posta, darle paso a la nueva generación. Cuando yo tenía 15 años, festejé el Apertura 2006 con ellos. Fuimos con mamá, mis tíos, mis abuelos y más gente al Estadio Único, y me di el lujo de ingresar a la cancha y dar la vuelta olímpica. Hoy me toca festejar en 7 y 50 con mi prima más chica, de 15 años. Y por supuesto, está el abrazo, las risas y hablar toda la noche del partido con mi mamá, saboreando este nuevo título juntos, el sexto que compartimos. Y mientras se acerca una nueva Navidad, una Navidad algo triste porque será la primera en la que no estará mi abuela presente, levantaremos las copas, las 14 copas de Estudiantes que esta familia pudo presenciar, y las levantaremos al cielo, a las estrellas, a la eternidad.
6 comentarios :
Y vamos Pincha carajooo!!!
PD: y vamos Inky carajooo!!!
Dale campeon!!!
Grande el pincha!!!
Ps: como siempre, gracias Maraja!
Fuimos de punto y salto la banca. Merecidisimos campeones. Vamos pincha carajo!!!
Queeeeeeeeeeeeeee liiiiiiiiiiiiiiiindo es ser hincha de Estudiaaaaaaaaaaaaantes!!!!
Una vez mas tengo que decir......Gracias a mis viejos!!
Vamos Pincha carajo!!!!!!!
Si algo faltaba en esta historia de pasión familiar y personal, muy ligada a mi identidad, era ganar una final sin sufrir. Y no solo no se sufrió, sino que se jugó una final de excepción, con brillo total y sin fallas. Todos los alicientes son ciertos: Vélez estaba muy cansado, en el primer gol la pelota rebota en la espalda del arquero, bla bla bla. Pero este triunfo fue aplastante, inobjetable y plenamente justificado. Tiago Palacios estuvo intratable, Enzo Pérez muy claro e inteligente, Ascacíbar incansable, Lollo muy sólido, hasta Mansilla tuvo un par de muy buenas atajadas. El entrenador acertó plenamente en el planteo táctico; Tobio, Palacios y Manyoma se juntaron muy bien, se llevaron las marcas y permitieron que Ascacíbar suba con mucho criterio. Además, abrió bien la cancha con Benedetti y Meza (cada vez mejor), y qué mejor muestra que el tercer gol: centro de Meza y cabezazo inapelable de Guido Carrillo, que siempre demuestra ser un jugador de partidos importantes.
En lo personal, en la previa tenía una fe bárbara; también me aportaba tranquilidad el hecho de ser una de estas supercopas entre campeones, de dudosa legitimidad, y que si se pierde no hay mucho castigo. Sin embargo, ver el partido en familia, honrar la memoria de mis abuelos, quienes impartieron la pasión por este club, le dan ese sabor único, especial. Como siempre digo, para mí Estudiantes es sinónimo de familia, de MI familia; y cada final, cada partido importante, esa sensación de abrazo familiar siempre está.
Previo al partido, mi tío subió una historia a su instagram: él, su mujer y su hija en Santiago del Estero, con el mensaje: "otra final, pa!". Y esas tres simples palabras me dijeron mucho. No solo es otra final más, la novena que le veo jugar al equipo, sino otra final más con la familia como protagonista. Y este período histórico es, además, tomar la posta, darle paso a la nueva generación. Cuando yo tenía 15 años, festejé el Apertura 2006 con ellos. Fuimos con mamá, mis tíos, mis abuelos y más gente al Estadio Único, y me di el lujo de ingresar a la cancha y dar la vuelta olímpica. Hoy me toca festejar en 7 y 50 con mi prima más chica, de 15 años. Y por supuesto, está el abrazo, las risas y hablar toda la noche del partido con mi mamá, saboreando este nuevo título juntos, el sexto que compartimos. Y mientras se acerca una nueva Navidad, una Navidad algo triste porque será la primera en la que no estará mi abuela presente, levantaremos las copas, las 14 copas de Estudiantes que esta familia pudo presenciar, y las levantaremos al cielo, a las estrellas, a la eternidad.
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