Análisis por Marble Arch
Canchita por Maraja
El concluyente 2-4 ante Colón marcó el fin del Ciclo Zielinski, o la reedición de “Crónica de una muerta anunciada”. Ya se había querido ir, el quiebre de confianza se daba ante Argentinos en aquel mata y mata, el de respeto tuvo lugar ante el mismo rival en La Paternal con la actitud desafiante de algunos jugadores, y este período de caída en picada por cierto estuvo de más, porque aunque los protagonistas lo negaran, el desgaste de la relación y su producto quedaron plasmados en los resultados.
Anoche, un equipo perdido que no jugó a nada, con falencias garrafales en todas las líneas, que ya de entrada sufre los embates del rival, y así al minuto de juego Colón se pierde el primero, enseguida el palo salva a Estudiantes de un derechazo de Pierotti, y en un pelotazo largo a espalda de los centrales, nuestro capitán con 400 partidos luciendo la rojiblanca sale a cazar mariposas totalmente a destiempo, una vez más, se come el sombrero, facilita a Pierotti, y éste entra con la pelota picando al arco.
Luego llega el empate, producto de un zapatazo de Zuqui donde recoge un mal pase de él mismo, para clavarla de lejos contra el poste derecho. Esto pareció retemplar el espíritu totalmente devaluado del mediocampista, levantarle la autoestima, y al toque le puso a una linda pelota a Boselli; pero estaba golpeado en la rodilla y fue reemplazado por Heredia en el intervalo. Al término de la primera mitad, el VAR le anula bien el segundo gol a Estudiantes (el balón se clava en la línea...), y en el complemente continuarían los errores ante los murmullos de las plateas y de la cabecera de 55.
Con maestría, el Pulga mete el segundo ante la longevidad de nuestro arquero, extrañamente mal parado, aunque a esta altura el perchero pide sus guantes; por extraña retorsión, la gente putea al 10 rival, quien no carga a nadie y sólo festeja con sus compañeros luego de pegarle como los dioses. A los pocos minutos, Wanchope se come el tercero solo delante del arco cuando la pelota rebota en el travesaño. Y después, en la desesperación y con el cuadro partido en dos, vienen un par de contragolpes letales -el primero fue una réplica perfecta definida por Wanchope- que dejan el resultado con un inapelable 1-4.
Zapiola entraba cerca de los 15’, bien como de costumbre, intentando jugar, pero solito en el loquero. Heredia no desentona, tampoco brilla, y pareciera no encontrar su lugar. Castro por las bandas metió algunas aproximaciones. Arriba, Boselli y Díaz estuvieron pintados a contramano. Más no puede seguir jugando con la camiseta de Estudiantes, tampoco Noguera. Lollo sintió la falta de fútbol y el único abanderado de la noche fue el paraguayo Morel, pues puso vergüenza, trató de ordenar, barrió, mordió, y se retiró de la cancha llorando.
Fue el final de un ciclo lleno de altibajos. Con aquella etapa donde retempló a Estudiantes, clasificó a la Libertadores y lo colocó en los primeros planos del fútbol local. Empero, nunca pudo suplir la partida de Gustavo Del Prete, quien le daba el toque sutil en tres de cuartos de cancha. Entonces, en lugar de confiar en Zapiola, prefirió traer a Piatti y a Rollheiser, en una apuesta errónea. ¿Cuánto sostuvo a Marinelli? Dejó ir al chico Palavecino y privilegió a Hernán Toledo, bancó a morir el flojo campeonato de Zuqui mientras Piñeiro pide pista. Y la venta de Rogel terminó de desnudar las grietas de la obsesiva estructuración de un esquema atado excesivamente a la línea de 5, responsable de numerosos reveses. Además, sufrió otros golpes claves, del tipo de la lesión del fullback Muñoz. Sosa llegó demasiado tarde. Y las sucesivas eliminaciones (Apertura, Copa Argentina, Libertadores) fueron minando la fortaleza del grupo, en una realidad acentuada por ocasos individuales elocuentes; el de Andújar es el más notorio. Obcecado, el ex centrocampista de melena y bigotes murió en la suya, pese a que no se observaba luz al final de túnel.
Párrafo aparte para la gente, que siguió alentando hasta el cierre aunque el equipo no representaba en absoluto ese fervor. Un cabezazo de Noguera achicó las cifras para la anécdota ante un buen centro de Zapiola, ya en el suplementario, cuando no había tiempo para más.
La cancha de Colón es conocida como “El Cementerio de los Elefantes”, y ahora de visitante el Sabalero se llevó puesto un elefante llamado Ricardo Zielinski. Su renuncia, indeclinable, no se hizo esperar. Tampoco el agradecimiento en las redes sociales, una respuesta a su perfil bajo y a las ilusiones que en el hincha supo construir. Al Ruso le faltó audacia para dar el salto de calidad.
Camino-Gugnali es la variante más pincharrata posible. También se debe buscar un arquero, un lateral izquierdo y un central de jerarquía.
Salutti
Andújar 2
Godoy 4
Noguera 4
Lollo 4
Más 2
Zuqui 6
Morel 7
Piatti 4
Castro 5
Díaz 3
Boselli 3
Heredia 5
Zapiola 6
Rollheiser 5