Análisis por Marble Arch
Canchita por Maraja
En el primer tiempo, tras gran cambio de frente de Sosa, construyó una pared con Altamirano y su remate no pudo ser empujado por Carrillo en la línea de meta. En el complemento, exigió al arquero celeste al llegar a fondo y disparar cruzado al segundo palo. Después le metió una bola bárbara a Correa, que el flamante refuerzo definió sin precisión de emboquillada. Enseguida dribleó en posición de 8 como si fuese Marcelo Trobbiani, sacó un zurdazo furibundo e hizo lucir nuevamente a Losada. Y en la última jugada del partido, se zambulló de palomita para conectar a la red ese centro perfecto que Zapiola ejecutó de sobrepique, desatando la fiesta de UNO justo en el epílogo de un partido bravísimo.
Se llama Eros Mancuso y fue una de las llaves para el dramático y merecido triunfo de anoche por la mínima diferencia ante un equipo cordobés muy duro, fornido físicamente, movedizo para jugar a un toque de espaldas al arco e incisivo arriba con el porte de Passerini. Sin embargo, el León le generó variedad de opciones a ras del piso, por arriba, y la igualdad hubiese sido injusta.
La otra explicación de la victoria estuvo en los pies de Enzo Nicolás Pérez, autor material de un partido imperial. “Hay que hacerle un monumento a Demichelis”, señaló a medianoche mi amigo Juancito Ortega en X (twitter), y verdaderamente, el mendocino se comió la cancha con su categoría intacta, su personalidad para manejar los tiempos y su inteligencia para limpiar el balón entre marañas de piernas.
Poco de Altamirano, partícipe de una entrada de zurda al buscar el pase al vacío de Carrillo, de aquella pared con Mancuso y de dos o tres acciones más; pero perdió demasiadas pelotas fáciles. Ascacíbar, de menor a mayor, terminó corriendo con su pulmón adicional cuando ya las piernas les pesaban a todos. Sosa, extrañamente errático de movida, se rehízo con sacrificio, dibujó algunas filigranas con su sello, y ese fútbol de cine, a tres dedos, puesto de aire y con efecto a la cabeza de Carrillo, que Guido no pudo meter de pique al piso, sintetiza su inmensa calidad. Méndez completó el doble nueve, peleó y no pesó; su reemplazante Correa –ingresó a los 58’- expuso energía y a veces pecó de egoísta, pero inquietó. Zaid y Fede Fernández, con problemas en la mitad inicial, se asentaron luego del descanso y terminaron cumpliendo sobradamente; de los pies de Fede salió el bochazo perfecto a Zapiola en la previa del gol. Benedetti apenas cumplió.
No me extenderé respecto del impresentable Espinoza, cuya madre fue saludada desde los cuatro costados al demorarse el regreso de los equipos del vestuario. Ni a las necesarias incorporaciones para afrontar la triple competencia, aunque el extremo colombiano Edwin Cetré y el uruguayo Tiago Palacios parecerían cosa juzgada para reforzar el ataque.
La ventana de Piatti y Zapiola por Sosa y Altamirano, a los 67’, permitió ver a un Franquito más confiado y encarador; la de Zuqui y Naya por el extenuado Enzo Pérez y Carrillo, a falta de dos minutos, representaron las fichas finales de Domínguez para tratar de quebrar el empate sostenido en la valla propia por la seguridad del chico Zozaya, quien sólo regaló un rechazo por inexperiencia en error no forzado; en esa tempranera devuelta por el travesaño, no tenía culpa alguna.
Hasta que Zapiola, con el telón cayendo, le dio al balón una rosca tremenda, una altura ideal, a medida que ingresaba al área la pelota se iba alejando del alcance de Losada, y Mancuso, verdadero monumento a la fe, lo atropelló con la convicción de un centrodelantero para hacernos olvidar por un rato de las penas y gritarlo con el alma en la cabecera de 57.
Salutti
Zozaya: 6½
Mancuso: 9
Fede Fernández: 6
Zaid Romero: 7
Benedetti: 5
Sosa: 6½
Ascacíbar: 6
Enzo Pérez: 9
Altamirano: 5
Carrillo: 6
Méndez: 5
Correa: 5½
Zapiola: 7
Piatti: 4