En la conferencia de prensa posterior a la derrota de anoche ante River por 2 a 1, Domínguez hizo alusión a la diferencia de recursos y de billetera entre ambas instituciones, situando a los de Núñez, junto a Boca, en un plano difícil de igualar. “No está bien, es la realidad”, sentenció.
Lo cierto es que el nivel pincharrata voló bajito durante toda casi la temporada, algunos triunfos aislados apenas significaron oasis en el desierto, sufre los encuentros, no consigue imponer condiciones, no transmite sensaciones duraderas, se aleja de la clasificación para las internacionales de 2026, y para evitar la sequía completa deberá sortear al poderoso Flamengo en los Cuartos de la Libertadores, acaso una barrera decisiva en el futuro de su DT.
Antes de los 13’, las gallinas ya estaban 2 a 0 ante un Estudiantes dormido. Por momentos, hasta los 20’, asemejaba un entrenamiento para la visita, que tocaba de primera, ganaba los anticipos, tiraba lujos y se floreaba ante un local impávido, inerme, que tenía un hombre menos en Alexis Castro, a Palacios irresoluto, y sólo a José Ernesto Sosa intentando armar juego con sus compañeros, mientras Ascacíbar se multiplicaba para tapar los huecos y Amondarain mostraba nuevamente que no le pesa ninguna responsabilidad.
Pero el arbitraje incidió sobremanera. Porque en la apertura, al margen del extraño quedo de Muslera en la línea, hay clara infracción de un rival contra Sosa, arriba del cual salta Galoppo para cabecearla a la red. Se pidió mano de Ignacio Fernández en el segundo, aunque no la hubo al frenar el rechazo defectuoso de Facundo Rodríguez, y el disparo rasante del ex 7ripero, luego de rozar en el mismo Rodríguez, se le coló al uruguayo, mientras González Pirez estaba sentido fuera del campo, en ingenuidad imperdonable. En otro horror del hombre de negro, era para roja y no para amarilla el cruce criminal a Ascacíbar de parte de Martínez Quarta –expulsado a los 39’ por un codazo en la cara de Sosa al saltar los dos en un balón aéreo-. Y en un envío pasado, Sosa quiere pegarle como viene y Acuña lo evita con un planchazo, en elocuente penal no sancionado. Aparte, todas las chiquitas para la banda roja, en un dolo a mano armada que no debe disimular empero las carencias albirrojas.
A los 18, González Pirez dejaba la cancha por lesión, e ingresaba un Santi Núñez muy nervioso en sus intervenciones iniciales. La gente seguía alentando y al filo del descanso, en un partido muy peleado y caliente, el León merodeó el área de Armani con un par de centros cruzados de Román Gómez y Castro. Poquísimo para un cuadro con pretensiones.
Para el complemento, Medina, Carrillo y Cetré por Palacios, Castro y Amondarain. Y esa segunda mitad mostró una cara diferente, porque los de Gallardo prácticamente no avanzaron, se dedicaron a hacer tiempo, y el Pincha, a los ponchazos, con acertadas incursiones de Medina, con los altibajos de Farías y el peso específico de Carrillo para el pivoteo, empezó a sumar merecimientos. Maxi Salas provocó a la tribuna con gestos ampulosos, era para echarlo, y el impresentable de Ramírez sólo lo amonestó.
A los 72, Leo Suárez sustituyó a Sosa, y de su zurda, si bien es livianito, nacieron algunas combinaciones. Hubo un disparo cruzado de Arzamendia. Un centro atrás que Carrillo dejó pasar y Cetré no pudo meter entrando solito por detrás. Otro tiro ancho de Farías. El VAR le anuló un tanto a Medina, quien apuró a Armani, lo obligó a rechazar exigido y la pelota, después de pegar en el volante, se metió mansita en el arco; era blooper del guardameta, lo salvó la mano casual del ex Boca. Y el descuento de Santi Núñez en el adicional fue un premio para el zaguero, que terminó bastante asentado de cara al jueves.
El aplauso del final retribuyó la actitud, con su dosis de indulgencia ante la inminente parada copera. Se puede hablar de un mal mercado de pases, de las lesiones, de un ciclo tambaleante hace rato y cuya agonía se va extendiendo in eternum, de la alarmante escasez de gol, de la imposibilidad de mantener una serie positiva, de la insistencia con jugadores absolutamente irrelevantes como Castro, de la ausencia de un extremo picante que desequilibre y genere, pues el techo de Cetré ya lo conocemos. De la falta de jerarquía. Si hasta Muslera, en los últimos partidos, parece haberse contagiado de las vacilaciones de su defensa.
Mejor finjamos demencia. Crucemos los dedos frente a una instancia de profundas raíces en la historia del club. Y parafraseando a Simeone, “el que no crea que no venga”. Claro, aquel equipazo de Verón, Alayes, Andújar, un Sosa imparable, Pavone, Braña, el Chino, el Tano Ortiz, Galván, Calderón, Lugüercio, Piatti, Pablito Álvarez y Angeleri, siempre daba motivos para creer.
Salutti
Muslera: 4
Román Gómez: 5
González Pirez: -
Facundo Rodríguez: 4½
Arzamendia: 5
Amondarain: 6
Ascacíbar: 5½
Sosa: 6
Castro: 3
Palacios: 4
Farías: 4½
Núñez: 6 ⚽
Medina: 6
Carrillo: 5
Cetré: 5
Leo Suárez: 5