Un paso arrollador del indudable mejor equipo

“Yo siempre te voy a alentar, te lo juro por Dios, de la cuna hasta el cajón, yo soy hincha del León…”. El flamante himno pincharrata atronó en la fiesta desatada a la salida del Monumental, de ese templo del fútbol abarrotado por locales ansiosos de vivar al machazo Almeyda. Pero el “Pelado” tampoco estuvo, por incapacidad, y el duelo con la Brujita mal amonestada quedó así en la nada más profunda.

Estudiantes acababa de vapulear 4 a 0 a River Plate, y aquellas imágenes del ingreso del plantel al vestuario, con Peñalba, Enzo Pérez y Lea González junto a sus compañeros, subrayaban la idea del equipazo de Alejandro Sabella, del grupo unido, de este plantel no reconocido como lo que es, el mejor del fútbol argentino dentro de los últimos 5 años.

Sin Sebastián y sin su 7 desequilibrante, el Pincha mandó en toda la cancha de una manera concluyente. Sostenido por la seguridad de Orión, por el ADN del Chavo que ya ha aflorado en Marquitos Rojo y en Fede Fernández; por la vocación combativa del “Colorado” Ré; por la polifuncionalidad de Mercado; por el corazón gigantesco del Chapu; por la convicción y el oficio del Chino, de nuevo con la zurda afinada para tirar centros envenenados; por el atrevimiento de un Maxi que estuvo muy a la altura del compromiso; y por el partidazo de Matías Sánchez, rindiendo al nivel de aquella semifinal de Copa Libertadores contra Nacional en Montevideo, e incluso golpeando duro a Almeyda ya de movida, marcándole el territorio.

Quiero dejar aparte a Gastón Fernández, porque realizó una superproducción a tono con el 10 de su camiseta, bancándose todo, guapeando, tocando, generando infracciones, corriendo y asistiendo, en una performance superlativa; la Gata fue la gran figura, aunque suene injusto con el resto del conjunto. Porque la personalidad del León, su autoridad, su temple, su inteligencia, su sentido de la ocasión, su oportunismo y su sangre -léase guapeza-, regaron el césped de Núñez. Demasiados atributos para enfrentar a cualquiera. Amén de un caudal emocional imperturbable, como si en el Country, entre semana, el cuerpo técnico hubiera convencido a los jugadores que debían efectuar una neurocirugía, insuflándoles un grado de concentración ilimitado.

Dos goles contra el arco de Avenida Figueroa Alcorta, el primero con una palomita perfecta de Desábato. Otros dos en el que da espaldas al Río de La Plata. Para que Carrizo sintiera en carne propia ese aserto que califica al arco millonario como “el más grande de todos”. Y una potestad de lado a lado perceptible desde el minuto inicial, desde el bombazo de la Gata en el poste derecho, y terminó con Estudiantes haciéndole precio al once de JJ López.

Resta Arsenal. Y el líder, ahora más que nunca, sólo depende de sí en el epílogo del mano a mano ante Vélez, su implacable perseguidor en la recta final de este torneo, el tramo donde emergieron la estirpe y la mística proverbiales del Tetracampeón. Existió un quiebre de ánimo, quizás tras el empate de Independiente, cuando el cuadro del Magno sacó a relucir esos atributos indispensables que suplen a la estrategia y a la técnica si éstas no son suficientes; se repitió contra Argentinos, y esta tarde ofreció su máxima expresión.

Resta Arsenal. El próximo domingo. Para alcanzar la undécima estrella y consagrar un acto de estricta justicia. El objetivo está cerquita, destellante a la vuelta de la esquina. Y “…a donde vayas vamo a estar, no me podes fallar, dejo la vida por vos, alentando en el tablón. Pasan los años, los dirigentes, queda la banda que estuvo siempre, sólo te pido una vuelta más, de la cabeza voy a festejar”.

Vamos Pincha carajo!!!

Salutti

Gracias Marble